Novelas
-
Antagonismo: Parte 11. Capítulo 2
I
No había una sola alma entre todo ese verdor. Tan sólo pájaros y mariposas. Millares de estos. Senderos arreglados y pasto recién cortado adornaban el cementerio. El día era radiante, sin una sola nube en el cielo. Y el silencio reinaba sobre el lugar.
Un hombre, entrado en años, caminaba lentamente, apoyándose sobre su bastón. Un joven lo seguía, acomodándose a su paso, cargando seis ramos de flores.
-
Antagonismo: Parte 11. Capítulo 1
A MODO DE EPÍLOGO
Llevo cinco días sin salir de la casa. Alrededor todo es fiesta. Nuestro pueblo no para de celebrar. Pero no me siento parte de esto. Es como si mi alma quedara vacía después del duelo.
Te busqué, pero Xillen me dijo que simplemente regresaste. Que podría alcanzarte en cualquier momento, si así lo quisiera. Y ese, precisamente, es el problema: no quiero.
-
Antagonismo: Parte 10. Capítulo 2
I
El tiempo transcurría con lentitud. Heitter no regresaba y, aunque la tregua terminó, las hostilidades no se iniciaron de inmediato. El bando contrario se encontraba sin general y preferían guardar las distancias. Sin embargo, esto era lo que yo menos quería, así que después de sostener una larga charla con Xillen y Miguel, decidimos atacar. Xillen se opuso a la idea, pero la convencimos. Tanto Miguel como yo estábamos hartos de defendernos. De esperar el ataque del enemigo y, en caso de detenerlo, perseguirlo. Tácticamente, no era bueno. El que ataca, siempre tiene la ventaja.
-
Antagonismo: Parte 10. Capítulo 1
EL FINAL
Camino en silencio, pisando con firmeza la cenicienta nieve. Camino y no pienso absolutamente en nada. Heitter debe esperarme más allá de las ruinas de la ciudad, cerca de la orilla del Volga.
Es medianoche y la oscuridad es total. Cubro la distancia que me separa del congelado río, sin saber a ciencia cierta cuanto he caminado. Un leve silbido agudiza mi oído. Me detengo a esperar si se repite. Lo hace dos veces más.
Es Heitter.
-
Antagonismo: Parte 9. Capítulo 5
IV
Los tres días pasaron en un abrir y cerrar de ojos. No era tanto el descanso lo que necesitábamos, como el alejarnos de Camilo y sus constantes provocaciones. No puedo decir que Miguel o yo fuéramos santos, pero no buscábamos el enfrentamiento como él. Descansamos paseando por el pueblo y sus alrededores. Al día siguiente de lo acontecido en la taberna, Miguel me acompañó a la tumba de Andrés. En un principio, se detuvo frente a la lápida taciturno y cabizbajo, sin decir una sola palabra. A medida que pasaba el tiempo, su rostro comenzó a serenarse poco a poco y las emociones negras y pesadas que aprisionaban su alma lo abandonaron al ser reemplazadas por otras buenas. Al salir del cementerio, comprendí que Miguel estaba en paz con Andrés y consigo mismo. El tiempo de luto terminó para él.