Decir que yo he claudicado
No tiene sentido, ni verdad.
Tan sólo que he olvidado,
Lo que no soy en realidad.

Decir que Él ha respondido,
Es alejarse de la realidad,
Pero por todos es sabido,
Como Él respuestas da.

Mi texto, que a Él fue dirigido,
Ya no refleja mi pensar.
Pero lo dejo de testigo,
A lo que te empuja el mal.

Y aunque a veces yo decaigo,
Y pienso en volver a retornar,
A Él yo clamo por ayuda,
Y Él da fuerzas para luchar.

Él no reprocha mis andanzas,
Tampoco mi curiosidad.
Él siempre está ahí, conmigo,
Siempre que con Él, yo quiera estar.

Él es mi escudo y espada,
Él es la fuente del poder.
Él es la estrella de la vida,
Él es la fuente del placer.

Es la tranquilidad del alma,
Es la esencia esencial.
Sin Él la vida no es vida,
Sin Él no hay nada espiritual.

En la bondad divina,
No hay principio ni final.
Tan sólo el bien quien predomina,
Tan sólo Él te salva del mal.

Y no hay camino que dirija,
No hay ni sueños ni ideal.
Tan sólo la esencia divina,
Y el amor a lo real.

Real, la vida misma es.
Con sus penurias y pesares,
Con las bellezas del momento,
Y la superación de males.

Es comprensión de El Sentido,
Aquel que rige toda vida,
Es dar amor, amor divino,
Y es soñar a la deriva.

Es entregarse al Alfarero,
Por ser nosotros Su arcilla,
Decir: ¡Señor! Haz de mi vida,
Aquello que más te apetezca.

Miércoles, septiembre 13 de 2006

 

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