Quizás una de las cosas que más he llegado a extrañar con la edad es la facilidad de creer en los demás. Algunos llaman al hecho de perder la fe en los demás, madurez; personalmente, me parece inseguridad. Sí, es cierto, la fe es la base de toda creación en el mundo del artista. Cuando la fe desaparece, también lo hace la musa. Y sin ella… bueno, ya sabemos qué pasa cuando la musa nos abandona.

He pensado que incluso la soledad es más llevable cuando tenemos fe. Ahora bien, cuando hablo de fe, es la capacidad de creer en algo y que esa creencia nos lleve a generar acciones en pos del bien de nuestro compañero(a), hijos, familia, sociedad, etc. Y ese algo puede ser efímero, real, tangible, fantasioso, palpable o ficticio. Pero la necesidad de convertirlo en realidad y compartirlo con los demás, es lo que convierte el arte en arte.

La fe es la raya que impide al artista a convertirse en mercader de sentimientos y de imagen. Es lo que mantiene vivo la expresión del sí como ser y lo lleva más allá de toda explicación lógica. Y hoy, esa fe cada vez se encuentra menos y menos entre los artistas…

Releyendo muchos de los escritos que durante dos años y medio diferentes autores han publicado en el Rincón de los Escritores, he caído en cuenta que la gran mayoría siempre ronda los temas oscuros, los tonos grises. Lo mórbido, la sangre y el sexo resuman entre las líneas y ocultan lo que entre líneas quiere decir el autor. Lo bueno, inocente y simple pocas veces se ve en los textos. La necesidad de exorcizar sus propios demonios prima sobre la de ayudar a otros a realizar exactamente lo mismo…

Muy pocos son los autores que brillan por sí mismos a través de sus escritos. No voy a mencionar quiénes, para no generar polémica, pero lo que puedo asegurar es que, después de leer los primeros párrafos de sus textos o poemas, el corazón se contagia de alegría y bondad o nostalgia y tristeza. Eso es lo que logran los autores quienes escriben creyendo en lo que escriben… Sus textos reflejan la fe en su vida, en sus metas, en lo que los rodea… Y no necesariamente esos textos tienen una redacción buena. Simplemente los sentimientos hablan a través de las letras y eso (en esos casos particulares) es más que suficiente para transmitir y contagiar su visión al lector.

Eso es lo que me gustaría desear a todos los escritores, tanto noveles como profesionales: jamás perder la fe en lo que hacen o dicen, ya que ello puede llevar a un camino oscuro y sin sentido. Que vivan cada segundo de la creación de sus obras como si esta (sí, esa la que está escribiendo, pintando o componiendo en este momento) fuese su obra maestra. Ya que, por lo general, si hace las cosas con fe, esperanza y alma, siempre serán sus obras maestras.

Enero 13 de 2010

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