Hubo una noticia hace poco en Rusia, que pasó desapercibida al lado de una nota tan importante como el terremoto en China. Se trata del final del drama en el pueblito de Nikolskoie, donde unos extremistas religiosos descendieron voluntariamente a una cueva a esperar el fin del mundo.

Ya habíamos realizado un análisis de la relevancia que le dio la prensa en su momento a la noticia (vea la nota anterior aquí), pero no encontré comentario alguno sobre cómo finalizó la tragedia. El desenlace, teniendo en cuenta que el grupo de personas permaneció bajo tierra, en invierno, durante poco menos que seis meses, dejó dos víctimas mortales. Ambas mujeres: la primera ya sufría de una enfermedad terminal cuando decidió enterrarse viva; la segunda murió después de un ayuno autoimpuesto, que su cuerpo no pudo aguantar.

Lo increíble de la historia, es que su fe en la llegada del Anticristo no ha vacilado ni un poco. Al salir, permitieron que los médicos los revisaran y respondieron los interrogatorios de los representantes de la ley, – quienes están en la obligación de abrir una investigación penal por las mujeres fallecidas – y se negaron a contestar a las preguntas de la prensa. Así, sin gloria, llegó a su fin el drama de este grupo.

La teoría estaba errada. Mayo ha llegado (y ya está finalizando), y del Anticristo no hay señal. No obstante, sigo pensando que los miembros de este grupo tienen algo de razón. No sé si el Antagonista está en el poder, pero estoy más que seguro que en este momento está dirigiendo los sucesos a nivel mundial, “detrás de las cortinas”.

Analicemos lo que está sucediendo en el mundo hoy, desde el punto de vista de los escépticos, sin tocar el contenido de los Libros Sagrados (para no entrar en polémica), mirando como seres humanos el desarrollo de la historia de nuestros días.

La política

Lo más fácil es comenzar por este tema. No hay país en el mundo donde la palabra político no sea, al oído del pueblo, sinónimo de corrupción. A nivel global hay desconfianza del pueblo hacia sus líderes, desinterés de los gobiernos por la situación real de sus súbditos. Las noticias que vemos en la televisión o escuchamos en la radio, referente a la política, se limitan a dos cosas: escándalos alrededor de los hombres de la polis y/o el enaltecimiento de su imagen. Nótese que en ningún caso se demuestran sus acciones. Es más: nadie conoce en realidad qué es lo que hacen, cómo dirigen y qué han realizado para cumplir sus promesas para con el pueblo. La corrupción, el clientelismo y la deshonra son el pan de cada día en las oficinas del gobierno y el pueblo ha perdido la fe en sus gobernantes. La gran mayoría de los que quieren reemplazarlos y ocupar su puesto, enlodan (con razón y sin ella) la imagen de los “líderes”, sacan los “trapos sucios” al aire, y prometen al pueblo lo mismo que los que en este momento están en el poder. A cada momento nacen nuevos grupos políticos que pretenden llegar al poder y dividen aun más a la opinión pública y debilitan al estado y la nación, al punto de que ya no se sabe qué es un partido político, quién en realidad gobierna el país y, lo peor de todo, quién es el que de verdad es bueno. Y esto es a un nivel nacional (de cualquier país).

A nivel internacional, la política es: “ellos son los malos – nosotros los buenos”. Esta era la consigna siempre, pero había bases para demostrarlo. Hoy, después de las acciones que han tomado los gobiernos (supuestamente ejemplo de la democracia y libertad), para cuartar la libertad y el derecho a la vida de los seres humanos, el hombre ha perdido el rumbo. Lo único que vemos (gracias a la globalización), es el interés económico que hay detrás de cada decisión a nivel internacional. Si por lo menos estas acciones beneficiaran de alguna manera al pueblo, podríamos resistirlo; pero es más que evidente que estas decisiones únicamente benefician a los que están en el poder y a las gigantes multinacionales que los pusieron en él. La fe en los gobernantes se ha perdido y es el reflejo mismo de lo que sucede internamente en los países. (Para la muestra, las elecciones presidenciales en Estados Unidos más parecen una carrera de galgos, detrás de una presa. Acusaciones contra otros países, promesas sin fondo ni posibilidades de cumplir, “descubrimientos” de pecados pasados, acusaciones mutuas, análisis de lo que visten y comen, a qué iglesia van, si quieren o no a los niños y lo “santos” que han sido desde que su madre los parió. ¿Y dónde está el pueblo al que supuestamente van a dirigir?).

La democracia es mundial. Pero Andrei Belianin escribió una vez: “En el Cielo hay un Reino; en el infierno, democracia”.

La masificación

Hoy el hombre se ha convertido en un medio para el que está detrás de las cortinas, dirigiendo el poder. ¿Quiénes somos para ellos? Tan sólo un número más que le puede generar beneficios. La parte humana (que tanto se pregona – pero que no se aplica), ya no tiene relevancia. Me aterra pensar en la cantidad de muertos (más de 71.000) y heridos (más de 5’000.000) que dejó el terremoto en China, que no ha conmovido a la mayoría de los habitantes del planeta. Tan sólo son una noticia pasada para los medios, quienes ya dejaron el hecho a un lado. Los seres humanos hemos perdido nuestra identidad y personalidad, convirtiéndonos en “masa”, que funciona de acuerdo a cómo la dirijan.

Gritamos, voz en cuello, que esto no es verdad. ¡Somos libres! ¡Vivimos en una democracia! ¡Podemos hacer lo que queramos! ¿De verdad? ¿De verdad creen que pueden hacer lo que quieran? Nuestra libertad ha sido coartada de tal forma, que ni siquiera nos damos cuenta de ello. A punta de amenazarnos con perder nuestro ilusorio bienestar (el trabajo, la vida, quedar enfermos, sin papeles, sin pasaporte, sin nuestro carro, sin el permiso de conducir, sin vivienda, con impuestos, con sanciones, con leyes, con contraleyes, con abogados, con terror, con terrorismo, con asesinatos, con desinterés, con patriotismo, con odio, con otras culturas que quedan a miles de kilómetros y nada tienen que ver en nuestro diario vivir) nos han sumido en el miedo de la supervivencia. Ya que el hombre hoy no vive – sobrevive, y lo hace en masa y contra la masa. Es una lucha del más fuerte y si hay que pasar por encima de cadáveres para sobrevivir – se hace. Y lo peor de todo, está bien visto por los demás (y hasta con envidia): “Es que ese sabe lo que quiere y hace lo necesario para conseguirlo”, decimos y tratamos de imitarlo.

Los medios nos muestran a estos personajes como ejemplo. Nos llenan la cabeza de realities con la falsa ilusión de que el dinero está a la vuelta de la esquina y que en él está la felicidad. Si eso fuera cierto, ¿por qué los ricos NO son felices? ¿Por qué los que tienen el poder, la fama, la gloria se pierden en las drogas, el alcohol y tantas otras plagas que nos acosan hoy? ¿Y por qué nosotros los idolatramos y tratamos de imitarlos y seguir su camino? Para la muestra, tan sólo recuerden a Britney Spears. Ella no es la primera y no será la última.

Nos han convertido en masa a tal punto, que la mayoría de nosotros corremos del trabajo al televisor porque van a pasar la novela del momento. ¿Conocen a alguien, en la vida real, cuya vida transcurra de este modo? Vamos al almacén de cadena del momento, porque nos han metido en la cabeza la idea de que lo que nosotros necesitamos está ahí. Y compramos, compramos, compramos y compramos. Nos metemos en deudas gigantescas con los bancos para adquirir cosas que en su mayoría usaremos una vez en la vida (si es que la usaremos del todo).

Y esto es tan sólo el principio.

Podría escribir una disertación bastante amplia sobre toda la basura que hoy en día nos obligan a comprar y utilizar, de los miedos que nos meten en la cabeza, del terror de la vida, del campo y del sinsentido de la existencia del ser humano moderno. No obstante, me limitaré con el resumen: la famosa libertad, que tanto pregonan nuestros líderes y la palabra que nosotros repetimos como papagayos bien entrenados, hoy, no existe. Nos inducen qué hacer, cómo hacerlo y cuándo hacerlo. Y se han vuelto tan hábiles en el tema, que ni siquiera nos damos cuenta.

Los valores y la moral

Creo que este es el tema más claro de todos. Hoy, no existen. Han destruido los valores ancestrales y culturales a tal punto, que los hemos desechado a favor de los antivalores. Hablemos con ejemplos.

El amor. Bella expresión, hermoso sentimiento, sueño de todo ser humano. Pero ¿en qué se ha convertido? Cuando uno ama, no necesita un “contrato matrimonial”. El que ama a su madre no va a mandarla a una pensión, con la hipócrita excusa de que “ahí la cuidan”. Y mientras el ser que nos dio la vida se destruye física y moralmente en soledad, nosotros vamos de fiesta, hacemos planes para la casa de la que ella es dueña, y prácticamente la desechamos de nuestro diario existir.

Hoy la palabra amor equivale a decir sexo. “Yo te amo, hagamos el amor”. ¡¿Hacer el amor?! ¿Cómo uno “hace” un sentimiento? ¿No les suena un poco hipócrita e ilógico? Es más, los medios nos muestran cómo debemos “hacer el amor”. Según ellos, el sentimiento viene con manual de instrucciones. Han tomado algo sagrado y lo han convertido en producto de mercado, ensuciándolo a tal punto que hoy, el que en verdad profesa este sentimiento, es mirado como loco y la misma sociedad lo aparta de sí misma.

El honor, la compasión y la amistad se han convertido en un antivalor, gracias a los ejemplos que nos dan los políticos corruptos (¡Yo no soy corrupto: nunca he tomado un centavo, nunca he dado puestos por favores, nunca he ocultado mi pasado, nunca he deseado a la mujer del prójimo! Por favor, ¿alguien les cree?), los mismos medios de información masiva (“Señor, ahora que hace un momento su familia fue asesinada ante sus ojos, ¿qué siente?”) y los programas de televisión destructivos como los realities (“Hemos vivido en esta casa durante seis meses, fuimos los mejores amigos. Es cierto, él me ayudó en esa prueba, pero por ese millón de dólares, si tengo que romperle la madre, lo haré.”), entre otros.

La pornografía ya no es mala. Es algo bueno. Se le denomina “vida sexual”. Si, de ahora en adelante, denominaremos a la “mierda”, “miel”, ¿cambiará su sabor o dejará de ser “mierda”?

Hábilmente, los interesados en destruir nuestra moral y valores, nos presentan lo malo bajo una nueva etiqueta, con un eslogan atractivo. Y no solo caemos, sino que nos convertimos en los defensores más fanáticos del término, aunque no logramos explicar ese malestar que siente nuestra alma, cada vez que entramos a hablar del tema.

Y de nuevo, podría sacar un diccionario con todos los antivalores que hoy rigen el mundo, cómo nos manipulan y convierten en verdaderos zombies a merced de la información basura, cuyo resultado es un sinsentido de vida, incomprensión entre los seres humano y un repliegue interno, que nos aísla como individuos libres y nos convierte en un ente que forma parte de una masa, libre de todo pensamiento y sentido común y por ende fácil de manejar y manipular a su antojo.

La pérdida del rumbo

¿Se han fijado que la tasa de suicidios a nivel mundial se ha disparado de una manera absurda?

Los grandes científicos, psicólogos, pensadores e “iluminados” tratan de buscar una explicación a este fenómeno, y dan justificaciones tan absurdas como “la presión de la sociedad”, la “influencia de los juegos violentos” y “la falta de atención”, entre otras.

Lo que sabiamente callan estas eminencias, es que lo anterior es consecuencia directa de lo descrito anteriormente. El hombre ha perdido su identidad y por ende se siente solo.

Este sentimiento equivale al de un preso en la cárcel. Un convicto tiene dos formas de sobrevivir en una prisión: convertirse en lo que lo rodea o morir. Patética la semejanza a la vida del ser humano “libre”, en el día de hoy. Insisto en que nuestra “democrática libertad” se ha convertido en nuestra prisión y cada uno nos encontramos en celdas individuales, con rejas de vidrio que no nos atrevemos a romper. Contesten la siguiente pregunta a ustedes mismos: ¿alguna vez el pensamiento de quitarse su propia vida ha cruzado por su mente? Estoy seguro que en la mayoría de los casos la respuesta será afirmativa. Esto se debe precisamente a la pérdida del rumbo en la vida y un sinsentido de la misma. El ser humano no encuentra felicidad en lo que nos ofrecen a diario y ha dejado de sentirse como tal.

No quiero ampliar más este aparte, pero si quiero dejarles la siguiente pregunta, antes de continuar: ¿es posible salir de esta trampa, hecha a la medida de nuestros oscuros deseos y justificación a nuestras propias acciones?

A modo de conclusión

Con el anterior análisis, estoy más que seguro que aquel del que habla la Biblia y diversos libros sagrados, ya está en el escenario mundial, moviendo los hilos detrás de las cortinas. El hombre ha llegado a tal nivel de zombificación y pasividad, que lo aclamará sin pensarlo dos veces, el día que decida quitarse la máscara y subir al poder.

Los hombres y mujeres en Nikolskoie no estaban equivocados en eso. Pensaban que en Mayo él llegaría, pero él ya está aquí. Y sólo tomará el poder cuando nosotros ya estemos en sus redes y no tengamos forma de zafarnos.

Los diferentes estudiosos de la Biblia, teólogos y “sabios”, nos dicen que nos daremos cuenta, que estemos tranquilos, que ellos nos avisan, que podremos burlar al Anticristo. Señores: ¡abran la mente! Resulta que este personaje también sabe leer. Él es el Antagonista de Dios y de bobo tiene bien poco. Sabe que la mayoría de nosotros encuentra el consuelo de que los intérpretes de las letras sagradas sabrán interpretar las señales, y se contenta con dejar pasar el tiempo. Él no tiene afán. Ha esperado miles de años: ¿qué puede perder si deja que pasen cinco o diez más? Y lo hará, hasta que el hombre pierda toda la confianza en las profecías y las señales.

Para los que digan que estoy loco, deliro o soy fanático religioso, les respondo que no soy ninguno de los anteriores. Tan sólo que veo lo que ocurre alrededor, escucho lo que sucede en el mundo, trato de utilizar (en poco porcentaje) la materia gris que el Señor me dio, y me aterro de lo que sucede: de la ceguera y necedad de muchos seres humanos en el planeta tierra. “El que tenga ojos, que vea; y el que tenga oídos, que oiga”. Pero para lograrlo, hay que apartar los ojos y los oídos de la trampa que nos tiendes los medios masivos de comunicación, nuestros “queridos” gobernantes y la sociedad misma que nos empuja contra las rejas.

Sólo miren lo que ocurre a su alrededor y se darán cuenta.

Mayo 22 del 2008

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