Hablemos de los sectantes. Hoy esta palabra nuevamente está de moda, gracias a un grupo de fanáticos religiosos que se enterraron en una cueva a la espera del fin del mundo, en las afueras de un pueblito olvidado por los hombres, llamado Nikolskoie, en Rusia.
Más de 30 mujeres y hombres (según fuentes oficiales, en el grupo hay por lo menos cuatro menores de edad), decidieron esperar el fin del mundo bajo tierra, alejados del bullicio de la “civilización”, globalización, tecnología, guerras y un sinsentido de vida.
Pero esto no es algo nuevo. Ya habíamos presenciado casos (algunos transmitidos en vivo y en directo por la televisión) de sectas religiosas que deciden o aislarse del mundo, o suicidarse en busca de una vida (más allá de la muerte) mejor.
No obstante, ¿por qué ese interés de los medios por esta noticia? Voy hacer el papel del abogado del diablo en este artículo, por eso pregunto ¿cuál es la relevancia o importancia del comportamiento de este grupo de hombres y mujeres?
Para mí, la respuesta es sencilla: se comportan diferente a nosotros. Y no hay cosa que disturbe más a la masa que un proceder que difiera del permitido socialmente. Hasta donde han informado los medios como El Tiempo, los recluidos en la cueva no hacen ningún mal a nadie. Es más, el periódico ruso Izvestia, publica incluso un mapa del interior de la cueva, que deja ver que esto no es un comportamiento de locos, sino un plan trazado con cuidado. Lo único que ellos quieren es que los dejen en paz.
¿Realmente son fanáticos? Si recordamos la historia del cristianismo, los santos de hoy, eran los ermitaños del ayer: recluidos voluntariamente en cuevas, alejados de la humanidad, rehuían todo contacto humano en busca de una paz espiritual y un contacto con Dios. Es decir, hoy adoramos a los hombres que hicieron años atrás, lo que este grupo de seres humanos está haciendo.
Hago la siguiente pregunta: ¿qué pasaría si estos sectantes tienen la razón? ¿Qué pasaría si en verdad el fin del mundo y la llegada del Anticristo será en mayo del 2008?, como lo proclamó su líder, Pyotr Kuznetsov. Si la mayoría de nosotros creemos en los horóscopos, en lo paranormal, en lo metafísico, vamos a la iglesia, creemos en la resurrección, en Jesucristo, Mahoma, Buda, Krishna, etc., ¿por qué no podemos permitir que ELLOS crean algo en lo que NOSOTROS no creemos?
Precisamente por eso: porque nosotros tenemos la verdad. Y nos asusta cuando aparece un loco delirando que ha sido tocado por Dios, quién le comunicó que “el mundo acaba mañana, a las 7:45 p.m., hora local de Sión”. Pues ¿qué tal que tenga razón? Porque entonces nuestra esperanza y nuestra fe se van al caño. Miramos afanados el reloj, pensando “¿será que alcanzo a confesarme?”.
Cabe anotar que la histeria del fin del mundo no es algo de la época. Viene de milenios atrás. Desde el principio de los tiempos, el hombre está esperando el fin. ¿No es ridículo?
En toda civilización, historia y cultura tenemos un principio y un final. Programado por el Ser Superior al que venera el grupo social, consignado en papiros, libros, tablillas, etc.; certificado y autenticado por santos, profetas, doctos, coptos, teólogos, clérigos, el vecino de la esquina, varias comunidades en Facebook, y por ende más cierto que la vida misma (y cualquiera que diga lo contrario, está equivocado).
¿Recuerdan los delirios de diciembre en 1999? ¿O el 6 de junio del 2006? Y estoy hablando de fechas recientes, de temores supersticiosos de la civilización del “siglo XXI”. Es decir: la crema y nata de la evolución humana, comportándose de la misma forma que nuestros antepasados de la edad media y anteriores. ¿Se imaginan el pánico del mundo occidental el 6 de junio del 666?
Mi opinión personal, es que estoy de acuerdo con este grupo. El fin del mundo llegó hace rato, lo que pasa es que ni cuenta nos hemos dado. El hedonismo del ser humano lo atenazó de tal forma, que el mundo está convulsionando y girando a nuestro alrededor, y ni siquiera nos damos cuenta de ello.
Difiero en su método de afrontar la situación. Lo que ellos hacen es ocultar la cabeza en un hueco (la táctica del avestruz) a la espera de que “los 7 años”, que según la Biblia durará el reinado del Anticristo, pasen en un abrir y cerrar de ojos. Pero, igualmente, admiro su férrea fuerza de voluntad, para desligarse de todo aquello que nosotros consideramos necesario para nuestra subsistencia y que ellos desecharon con facilidad y sin miramientos.
Para los que me digan que soy un descorazonado por no preocuparme por la suerte de esos hombres, mujeres y niños, y me tachen de superficial, egoísta, excéntrico (para no escribir comentarios más fuertes), etc., les pregunto ¿igual se preocupan por lo que pasa con los niños en África, con los campesinos en Colombia, con el pueblo de Bangladesh, los chinos de la China, los damnificados de América Central, los asesinados en Oriente Medio, y la población de este mísero planeta en general?
Ya que si se preocupan, pero no hacen nada; o se preocupan sólo por unos y no saben dónde queda Bangladesh; o no hacen nada ni por los unos, ni por los otros, les cuento que la decisión de suicidarse o vivir, de un grupo de 30 personas, no cambiará su sentido de la vida. Y el fin del mundo los sorprenderá de la misma forma que cualquier mañana normal. De la misma forma que los sorprendió la caída de las torres gemelas (¿alguien esperaba eso?) y el ataque a los trenes en España.
Así que ¿está bien o mal que estos seres humanos decidan SU PROPIO CAMINO para llegar a Dios? O acaso ¿todos tenemos que recorrer el mismo? La respuesta se las dejo a ustedes, mis queridos lectores. Si es que alguien leyó el artículo hasta el final, antes de empezar a discutir sin comprender el fondo que se oculta detrás de estas palabras superficiales.
Noviembre 20 de 2007