Un día cualquiera, quizás fue ayer,
Llegó a mi lado un ente, un ser.
Gimió y gimió al sentarse a mi lado.
Seguía gimiendo al llegar el anochecer.
Pero seguía sin ver yo al desdichado,
Pensaba que loco volvía a ser.

Más, oh, que sorpresa la mía,
La Luna entró con las sombras a ver.
Y vi a aquel que gemía sin descanso.
Era yo mismo, era mi ser.

Espanto me produjo aquella escena.
Horror, temor, pero también dolor.
Mi alma gemía al ser torturada,
Por las dudas, las lágrimas y el desamor.

¿Qué te ocurre? Pregunté desolado.
¿Existe forma en que te pueda ayudar?
Ya tú sabes la respuesta, me contestó desdichada.
Y en seguida al llanto volvió a retornar.

Oh, sí, sabía la respuesta a aquella pregunta.
La sabía incluso antes de preguntar.
Mas esa respuesta me ha evadido.
Aunque años enteros la intenté encontrar.

Entonces miré de nuevo a mi alma,
Y sin pensarlo, en su llanto la acompañé.
Y desperté llorando a la almohada aferrado,
Representando en aquel gesto lo que una vez amé.

Jueves 11 de Septiembre del 2003.

 

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