Después de mucho navegar en un mundo de basura,

Regresé a la realidad, entumecido y en ayunas.

Sin saber, ni comprender, lo que había sucedido,

Y por qué, yo, de repente, estaba todo encanecido.

 

Miré con susto el espejo y me encontré con ojos tristes.

Cansados, turbios, hundidos, como si fuese un mal chiste.

Sin comprender y aun con miedo miré abajo, a mis manos,

Y me encontré con mil arrugas que asemejaban a un anciano.

 

¿Pues qué pasó? ¿Qué sucedió? Me repetía como un loro,

Mientras el pánico subía y evidenciaba el deterioro.

El corazón ya me fallaba, y el aire no alcanzaba,

Sentía el pulso ya a mil y la cabeza que estallaba.

 

Grité: mi voz fue un gañido, cuando esperaba un rugido.

Mis piernas no me sostenían. Ya estaba todo enloquecido.

El pánico me tenía agarrado y me sentía desmayado,

Y a punto de desvanecerme, la salvación había llegado:

 

Sentí un golpe en el costado y abrí los ojos, asustado.

Estaba tirado en el piso, con la “Tablet” a mi lado.

Un mensaje, insistente, en la pantalla titilaba:

¡Compre, compre!, señalaba y a navegar me invitaba…

 

Miré un rato la pantalla, atontado y asustado.

Comprendía el mensaje que yo mismo me había dado.

Si sigo así, mi vida entera, se escurrirá entre los dedos,

Presionando una pantalla, como un esclavo de sus miedos.

 

Miré con asco el aparato. Pues comprendía el presagio.

La vida que ahora yo vivía asemejaba a un engaño.

Una farsa bien urdida que me aleja de la vida.

Y el tiempo que le invierto, es una fruta prohibida.

 

Mi mano se extiende lentamente y levanto el aparato,

Busco a tientas el botón que induce al apagado.

Lo aprieto, lentamente, permitiéndome disfrutar,

Mi regreso a la vida, retomando mi libertad.

 

Domingo, diciembre 15 de 2019

 

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