No veo el sol, tampoco la luna.
No veo la luna, tampoco el cielo.
No veo el cielo, tampoco al hombre.
No veo al hombre, por ende muero.

Busqué en el cielo, busqué en el infierno,
Busqué en la fantasía, busqué en el encierro,
Busqué en los dioses, busqué en los muertos,
Busqué en hombres duros, también en los tiernos.

Sentimientos vi a raudales,
Experiencias que no tienen fin.
Seres que nunca había imaginado,
Hombres que viven sin fin.

Seguí mi instinto y me dejé llevar,
Seguí ilusiones y me dejé atrapar,
Seguí al demonio y la muerte vi llegar,
Seguí a los dioses, y el sol volvió a brillar.

Me embriagué con lo aprendido,
Me sorprendí por lo que nunca me había sorprendido,
Creí en aquello que nunca había creído,
Y di todo, cuando nunca lo había sentido.

Morí y reviví mil veces en el intento,
Volé y me deje caer mil veces más muerto,
Trepé, rogué, despotriqué en el intento.
Y nunca alcancé la meta que me había propuesto.

Con cada paso, con cada guiño,
Con cada respiración, con el cariño,
Con el amor y con el vino,
Solo distracciones encontré en el camino.

Por una vez maldije mi destino,
Por una vez maldije el sentido,
Por una vez maldije a mis amigos,
Por una vez maldije por todo lo que había vivido.

Y me encerré en un capullo,
Y olvidé a todos mis amigos,
Y negué todos mis sentimientos,
Y negué todo lo que había vivido.

Perdí el tiempo que la vida me había dado,
Perdí los años que Dios me había regalado,
Perdí amores que llegaban a mi puerta,
Perdí ilusiones y quedó mi alma desierta.

Y cuando sólo por fin me encontraba,
Sentí el fondo de la soledad, sentí lo que el odio representaba,
Viví a fondo todas esas emociones,
Perdí la noción del tiempo, perdí mi vida en ese encierro.

No sabía como podía regresar lo bello,
Había olvidado las caricias de un ser tierno,
Perdí las llaves al reino de los muertos,
No vi ya nada, tan sólo un desierto.

En medio de él me encontraba,
Había cosechado todo lo que una vez plantara,
Pero miré atrás, al principio del campo,
Había verdor, había árboles y lagos.

Esa fue mi vida pasada,
Esa fue mi vida, antes de la búsqueda anhelada,
Y ahora, en medio del desierto,
Recojo los frutos, y todos están muertos.

Más Dios no me deja sólo en el sufrimiento,
Ha traído lluvia y ha regado el desierto,
Ya no quema la arena la piel desnuda,
Ya no hacen daño las piedras duras.

Y ahora, en medio de la bienaventuranza,
Siento confusión, no ve nada mi alma,
Cegada está por una vida sin sentido,
Más Dios ayuda, por siempre sea bendito.

Él da oportunidades que hasta ahora veo,
Me da las opciones, más debo escoger la que quiero.
De mi depende salir de ese desierto,
De mi depende convertir lo feo en bello.

Yo soy el dueño de mi vida,
Dependo de nadie, tan solo del destino,
Y si algo de la experiencia he aprendido,
Es que el amor lo cura todo, y la fe le da sentido.

Más estoy ahora, tratando de entenderlo,
Tratando de comprender que no estoy muerto.
Tratando de encontrar lo que había perdido,
Tratando de quitar las piedras de mi camino.

Y debo escoger si prosigo en el intento,
Si sigo buscando la meta, aunque perezca en el intento.
O mejor me quedo en la vida de ahora,
Aprendiendo a querer, y aprendiendo de la derrota.

Terco soy, eso lo acepto,
Aunque me demostrasen que no estoy muerto,
Contento me siento más con ellos,
Más, ay, perdí las llaves del reino de los muertos.

No puedo regresar a ese mundo,
Varado me siento en el desierto,
Aunque el agua me da la fuerza de los sueños,
Tenaz, yo miro hacia el cielo y digo:

No veo el sol, tampoco la luna.
No veo la luna, tampoco el cielo.
No veo el cielo, tampoco al hombre.
No veo al hombre, por ende muero.

Busqué en el cielo, busqué en el infierno,
Busqué en la fantasía, busqué en el encierro,
Busqué en los dioses, busqué en los muertos,
Busqué en hombres duros, también en los tiernos...

Viernes, 05 de octubre de 2001

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