Me preguntaron por qué no he escrito sobre las elecciones presidenciales en Colombia. La verdad es un tema que he querido evitar a toda costa. No porque me sienta inhibido de alguna forma para escribir sobre las elecciones, sino porque considero que, en Colombia, desde hace algunos años, o más bien décadas, las elecciones son una farsa. No es solamente el proceso electoral, desde mi punto de vista, que es una farsa. Los candidatos y las propuestas de los mismos dejan muchísimo que desear.

Releyendo y escuchando algunas de las propuestas de los candidatos presidenciales en Colombia es imposible no notar que dichas propuestas, además de ser irrealizables en la mayoría de los casos, son promesas hechas a medida para llenar las necesidades personales de los individuos a los que va dirigido el discurso. Y ese discurso va cambiando sutilmente de acuerdo a la clase social que está dirigido, así como la educación de los oyentes. Por ende, es una forma de manipulación de las masas para lograr votos, utilizando las necesidades egoístas del grupo al que va dirigido el discurso.

Ello implica que la carrera a la presidencia de Colombia está marcada por un camino de mentiras, el cual no busca el bienestar de un país, sino lograr el control del mismo durante un cuatrienio, por personajes cuyo profesionalismo, experiencia de planificación y resultados reales en el beneficio y/o crecimiento del país deja mucho que desear. Es por ello que no puedo gustar de algún candidato. Y ceñirme a la mentira de que voy a votar por aquel o aquella, o porque este es menos peor que Fulanito o Sutanito, equivalen a jugar el juego que proponen estos personajes. Peor, cuando algunos incitan a votar por el candidato B para que no gane el candidato A, a quien odian…

Esto no me parece justo. Estos personajes no me parecen aptos para dirigir un país. Mucho menos pensar a largo plazo en el desarrollo del mismo. Hay que tener en cuenta que Colombia no es un país tercermundista, a pesar de que esta idea se quiere imponer en las masas. Colombia es un país riquísimo. Colombia es un país que dispone de todos los recursos naturales (minerales, agrícolas, acuíferos, etcétera) para ser un país del primer mundo. Literalmente es un paraíso sobre la tierra. Pero incluso el paraíso, cuando es mal administrado, se convierte en infierno.

¿Elegir el menor de los males?

Y ese es el principal problema de los candidatos presidenciales en Colombia hoy en día. Ninguno tiene las capacidades y/o la visión para un futuro de 100 o 200 años hacia adelante para el país. Es más: ninguno ha tenido la osadía siquiera considerar un desarrollo real de Colombia, colocándolo a nivel de países de primer mundo. ¿Por qué? Es muy sencillo: porque piensan en el futuro del país únicamente durante el período en el cual gobernarán. Sus propuestas, ideas y presupuestos no sobrepasan el periodo presidencial (incluyendo la posible reelección). Y para completar, están enfocadas en el desarrollo económico de entidades específicas, que benefician a un grupo reducido de personas y/o compañías, pero de ninguna forma enriquecen las arcas de la nación y fomentan su desarrollo y educación.

¿Qué pasará con el país después del cuatrienio? ¿Por qué ninguno de los candidatos nunca piensa en el después? Simple: después ellos ya no estarán al mando. Después de ellos el problema y la responsabilidad será de otros. Y esos otros, que también subirán al poder con las mismas promesas que los pasados, tampoco estarán pensando en el futuro del país, sino en el propio, una vez acabe el cuatrienio. Y esto es una realidad que sucede en Colombia durante ya casi veinte décadas.

No recuerdo en qué sitio vi una alusión a los antiguos griegos y el concepto de democracia de uno de los filósofos en la época de oro de Grecia. El ejemplo era sencillo: El país era un barco. Los pasajeros eran el pueblo. Y había que elegir al capitán. El problema de la democracia es que cualquiera de los que estaban en el barco se consideraba apto para dirigirlo. Pero la realidad era que sólo había uno entre cientos que tenía esa capacidad. Y más aún: el barco se dirigía a una tormenta. Pero la gente, cegada por la libertad de elegir, insistía en elegir al cocinero del barco ya que éste les había prometido platos suculentos durante el viaje. ¿Qué futuro tendrá este barco en medio de la tormenta, con el cocinero en el papel de capitán? Correcto: ninguno. El barco tendría muy pocas posibilidades de salvase de la tormenta y llegar a puerto seguro, sano y salvo.

Por eso creo que los candidatos presidenciales deben tener una formación especial. Deben ser entrenados para ser un capitán con la capacidad de dirigir un barco en medio de una tormenta. Y no solamente dirigirlo, sino planear todo el camino a través de la tormenta, hasta ese puerto seguro, durante el tiempo que tome todo el viaje. La prioridad ha de ser el barco y después los que en él van, no el bienestar de unos pocos amigos del cocinero. Sin barco, todos estarán muertos.

Es fácil hacer promesas a un pueblo egoísta que piensa únicamente en llenar el estómago o sus bolsillos. Y es fácil cumplir el 10% esas promesas. Pero se requiere ser verdadero líder para llevar el barco a través de la tormenta a un puerto seguro. Y no creo que ninguno de los candidatos propuestos en Colombia hoy en día tienen esa capacidad.

Es por eso que no creo que la democracia funcione. Y tampoco creo que los candidatos presidenciales para las próximas elecciones en el país sean los indicados. Y no quiero ser mediocre y verme obligado a elegir el mejor de los no aptos. Con el futuro del país y de la vida de los colombianos no se debe jugar.

Yo amo a Colombia. Y sueño con el día en que el pueblo colombiano tenga conciencia de aquello que ya tiene. Que comprenda que se encuentra en un paraíso. Que comprenda que esto no es un tercer mundo. Que comprenda que esta es su Patria que ha de amar y no cambiarla por otros países. Que los intereses de Colombia y los colombianos están en primer, segundo y tercer lugar. Y en último lugar los intereses de otros países y sus conglomerados económicos. Y que depende de los mismos colombianos lograrlo. Cuando ello suceda, el pueblo sí que tendrá la capacidad de elegir, ya que lo hará con conciencia y no permitirá que los no aptos siguiera lleguen a ser considerados como precandidatos.

 

Mayo 12 de 2018

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