Estupor, aturdimiento, incredulidad y desazón fueron los sentimientos que me asaltaron en tropel al llegar el 23 de noviembre del 2013 a la Represa del Neusa, ubicada en Cogua, Colombia.  Mi familia y amigos habíamos planeado un sábado tranquilo bajo los grandes pinos del Parque, hacer un asado, disfrutar de la bella naturaleza del lugar y, quizás, algo de pesca deportiva.

Aviso del ContratoCuando organizamos el viaje, mi hermano se había opuesto al mismo, alegando que el Neusa ya no era el lugar que conocíamos. Que ahora estaba completamente sin árboles, a merced del viento, y en lugar de descansar lo que terminaríamos ganando era una neumonía por el frío. Nosotros no le creímos. Pensamos que estaba exagerando, ya que el lugar es característico por sus pinos y eucaliptos de más de 30 metros de alto y era el favorito de muchos campistas y amantes de la naturaleza. Sin embargo, él tenía toda la razón y aprovecho estas líneas para disculparme por nuestra incredulidad.

Cuando llegamos, lo primero que me aturdió fue la total ausencia de árboles en la orilla izquierda de la represa, más conocida como “Chapinero”. Era algo absurdo y tétrico de ver. En lugar de los altos pinos y eucaliptos, tan sólo había tocones de los mismos, en medio de un pasto que terminaba de apropiarse de la zona.

Los cerros, a los que antes no se les veía ni el principio ni el fin por los colosales árboles que los dominaban, estaban pelados y en algunas regiones estaban siendo arados para, seguramente, sembrar papa o mazorca.

Aserrado improvisado en la tala del NeusaMientras conducía por la carretera, me sorprendió el estado de abandono de la misma. Una vez perfectamente pavimentada, ahora era intransitable para vehículos de baja carrocería. “¿Qué carajos había pasado con este parque? ¿Dónde está la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), responsable por el mismo?” me preguntaba una y otra vez sin dar crédito a mis ojos.

A pesar de las insinuaciones de mi hermano, seguimos por el remedo de carretera hasta dar a la entrada de “Chapinero”. Ya que estábamos en el lugar, había que conocer todas las dimensiones del desastre. Recordaba que antes había como tres o cuatro entradas para bajar a la “playa”, para lo cual uno atravesaba el bosque hasta llegar a los quioscos con asaderos, construidos para los turistas. Ahora es una sola entrada, y hay que pagar por el acceso.

“No es posible que cortaran TODOS los árboles. Deben quedar en la playa algunos”, tercamente insistía yo, mientras que mi hermano tan solo se limitaba a mover la cabeza de izquierda a derecha. Y yo seguía sin creerle. No me cabía en la cabeza semejante atrocidad. No me cabía en la cabeza que alguien simplemente talara cientos de árboles que llevaban más de cuarenta años en el lugar. Árboles que pueden vivir cientos de años. ¿A quién se le podría ocurrir semejante idea, por Dios?

Troncos de pinos en el NeusaSin embargo, al bajar a la playa nos dimos cuenta de la triste realidad. Habían talado todos los árboles. Tan sólo una hilera de diez o doce pinos, a lo lejos, entre cientos de tocones, daba testimonio de que alguna vez, este sitio fue un bosque frondoso, tupido, verde, lleno de pájaros y vida. Protegía del viento, de la lluvia y el calor. Y ahora, no quedaba nada.

Una triste hilera de asadores, ubicados literalmente en medio de la nada, como un mísero monumento a la devastación, destacaban en el paisaje. Y transmitían la desolación del lugar. Nos detuvimos sin saber qué hacer. Quedarnos no era una opción. Primero por el fuerte viento que impediría prender cualquier fuego, y en segundo lugar por lo deprimente que resultaba estar en esa tierra ultrajada por el ser humano.

La otra orilla del Neusa, menos transitada anteriormente, sí tenía todos los árboles. A lo lejos alcanzábamos a divisar carpas de los campistas y el humo de las fogatas levantarse hacia el Cielo. Decidimos ir hasta allá.

 

Contrato de Compraventa No. 371 del 03 de Junio del 2009

Regresar hasta la entrada del Neusa nos tomó unos treinta minutos. Por el camino, ahora con mayor atención, miraba lo que quedaba a mi izquierda y derecha: arbustos de un metro, metro con cincuenta de alto, y pasto. Árboles: ni uno.

Zona de Chapinero en el Neusa desforestada

Para entrar al lado derecho de la represa había una portería. En esta ocasión había otros carros pagando su entrada a la zona. A nosotros nos sirvió el tiquete expedido por la portería de Chapinero: con un solo pago se podía accesar a ambas.

Después de atravesar el portón, por fin vimos el viejo Neusa, aquel del que me enamoré cuando tenía once años, cuando lo visité por primera vez. Pinos inmensos, entre quince y veinte metros de alto, con eucaliptos aún más altos dominaban el paisaje. Ahí sí había pájaros, no hacía viento y la sombra de los árboles protegía del intenso sol que reinaba esa tarde.

Sin embargo, al internarnos por el camino, nos sorprendió a la derecha un inmenso aserradero, donde pulcramente apilados, pudimos ver lo que antes fueran pinos, ahora convertidos en simples tablas. Un cartel nos avisaba que el contrato, bajo el número 371, fue entregado por la CAR el 03 de junio del 2009 y que el contratista era Geoambiente Ltda. A mí eso me decía poco. Me valía más la indignación de ver un parque que durante décadas albergó a miles de colombianos, siendo destruido metódicamente.

Zona de pinos jóvenesSeguimos derecho, no sin antes tomar unas cuantas fotos del desastre, hasta llegar a la zona de camping, donde la pasamos espectacular. Cabe anotar que en la loma que descendía a la playa en la que nos encontrábamos, vi cientos de pinos jóvenes, lo que me indujo a pensar que estaban reforestando lo que habían talado. No obstante, no podía dejar de pensar en la zona de Chapinero talada y más aun en la zona de tala, autorizada por la CAR. Por ello, cuando regresamos a Bogotá, investigamos un poco más.

Los resultados de la investigación me dejaron perplejo. El objeto del contrato No. 371 del 3/06/13 de la CAR es “Venta de madera en pie y caída de 462 hectáreas de las especies pino y eucalipto, con restauración de de 502.06 hectáreas utilizando especies del bosque alto andino en el Parque Forestal Embalse del Neusa, propiedad de la CAR”. El plazo para ejecutar el objeto es de 60 meses (5 años).

Traducción: la CAR le da permiso al contratista de talar TODO el bosque del “Parque Forestal”, venderlo y luego plantar “especies del bosque alto andino”. Todo esto en un plazo de cinco años, de los cuales ya vamos para cuatro.

 

El motivo

Uno de tantos árboles sentenciados a desaparecer

Investigando un poco más, los motivos que impulsaron a la CAR a tomar semejante decisión fueron básicamente dos:

  1. El eucalipto y el pino no son especies nativas.
  2. Tienen 40 años y por ende ya alcanzaron el ciclo de vida útil.

Puedo comprender que tanto el eucalipto como el pino no sean especies nativas de la zona, pero que ya alcanzaron su vida útil es un exabrupto. Estas especies viven más de cien años. Además, no comprendo ¿cómo pueden talar todo un bosque, 462 hectáreas, de forma tan traumática tanto para el medioambiente de la zona, como para los habitantes de la región y los mismos turistas?

Igualmente, la zona de los cientos de pinos jóvenes, que no tienen ni diez años de vida, por lo que deduzco de las condiciones del contrato, también será eliminada. Seguramente ellos también ya alcanzaron su “ciclo de vida útil”.

Con esta tala se afectó la vida de las especies que en 40 años se acoplaron a la vida en ese bosque. Me refiero a pájaros, insectos, pequeños animales que han sido desterrados porque el hombre consideró que los árboles, que el mismo hombre sembró, de pronto dejaron de ser útiles. En el contrato no hay una sola palabra al respecto. La suerte de los damnificados: todo un misterio.

En lo que alcancé a ver de la zona, no vi un solo árbol de las “especies nativas”, lo que me hace suponer que no se ha sembrado nada. ¿Acaso en el año y medio que le queda al contratista podrá terminar con la tala que hace falta y sembrar las “especies nativas” en 502.06 hectáreas la CAR? ¿De dónde sacará el contratista los 313.788 árboles, cifra muy exacta estipulada en el contrato 371? ¿O los plantará desde la semilla? ¿Cuál es el tiempo real que llevará la reforestación?

 

Un futuro incierto

Después de investigar, me quedaron más interrogantes que respuestas. ¿Por qué el contratista no está reforestando a la medida en que tala? La zona de Chapinero está totalmente deforestada, pero nadie está plantado nada ahí. ¿Por qué no hicieron todo este trabajo menos traumático: hectárea talada = hectárea reforestada? ¿Acaso es tan difícil?

Tal vez hoy en mí está hablando más el dolor al ver un bosque tan querido para mí como para muchos de los colombianos, desaparecer en la nada; esfumarse en un antaño que en un par de décadas nadie recordará. Tal vez la indignación y el traumatismo al ver el Neusa sin árboles, sin carretera y prácticamente sin visitantes.

No lo sé.

Sólo sé que no me puedo imaginar el Neusa sin árboles. Me da escalofríos imaginarlo.

Quisiera pensar e imaginar que en el futuro el plan que le tiene la CAR al Parque en verdad sea benéfico, y que por lo menos mis hijos puedan disfrutar de la zona, como alguna vez lo hice yo. Sin embargo mi fe en las instituciones se ha desvanecido hace ya rato, y más me inclino a pensar que la majestuosidad que inspiraba el Neusa se ha perdido insalvablemente. Y lo que vendrá, no podrá equipararse a lo que fue.

El Parque Forestal Embalse del Neusa está muriendo.

Que viva el Neusa.

El Neusa que está a punto de desaparecer
Este es el Neusa que está a punto de desaparecer...

 

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